La justicia que aún le debemos a Misael Núñez Acosta

La lucha por un sindicalismo transparente y participativo no ha terminado, y el ejemplo de Misael nos recuerda que la verdadera transformación solo es posible cuando se enfrentan las injusticias del pasado.

CULTURAOPINIÓN / MÄ MFENINACIONAL / GA'THO M'ONDAPOLÍTICA

Elvis Cruz Muthé

1/31/20253 min read

El 30 de enero de 2025 se cumplieron 44 años del asesinato de Misael Núñez Acosta, un crimen que no solo arrebató la vida a un maestro comprometido, sino que dejó una herida profunda en el movimiento democrático magisterial de México. Misael, nacido en Tenango, Hidalgo, el 1 de agosto de 1949, fue mucho más que un profesor: fue un líder social que dedicó su vida a luchar por la justicia, la educación y los derechos de los trabajadores. Su muerte, perpetrada por sicarios a sueldo de la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), fue un acto de represión contra quienes buscaban democratizar el gremio y terminar con el control autoritario de sus dirigentes. Hoy, más de cuatro décadas después, su caso sigue impune, y su legado nos interpela a reflexionar sobre las deudas que el país aún tiene con quienes han luchado por un México más justo.

Misael Núñez Acosta no fue un líder cualquiera. Desde joven, se distinguió por su compromiso con las causas sociales. No solo impartía clases; organizaba a trabajadores y colonos, promovía la justicia laboral y defendía los derechos de los más vulnerables. Su perfil como líder magisterial lo convirtió en un referente para quienes buscaban democratizar el SNTE, un sindicato que, en aquel entonces, estaba controlado por cúpulas corruptas y autoritarias. Su asesinato, ocurrido el 30 de enero de 1981 a las afueras de la escuela primaria "Héroes de Churubusco" en Ecatepec, fue un mensaje claro: quienes desafíen el poder establecido pagarán un precio alto. Sin embargo, su muerte no silenció su lucha; al contrario, la convirtió en un símbolo de resistencia.

A pesar de las evidencias que apuntan a la autoría intelectual de figuras como Elba Esther Gordillo y Carlos Jonguitud Barrios, el crimen de Misael Núñez Acosta nunca fue esclarecido. La impunidad que rodea su caso es un reflejo de un sistema que ha protegido a los poderosos y silenciado a quienes luchan por la justicia. En tiempos de la llamada Cuarta Transformación, resulta pertinente preguntarse: ¿qué ha cambiado? ¿Por qué un crimen tan emblemático para el magisterio y la lucha democrática sigue sin resolverse? La respuesta, quizás, está en la falta de voluntad política para enfrentar los legados de corrupción y violencia que han marcado la historia del SNTE y del país en general.

En 2025, vale la pena reflexionar sobre la influencia de Misael Núñez Acosta en el rediseño de los planes educativos de la Nueva Escuela Mexicana. ¿Cuánto de su pensamiento pedagógico y social está presente en las políticas educativas actuales? Misael no solo luchó por mejores condiciones laborales para los maestros; también defendió una educación más justa y democrática, que priorizara las necesidades de los estudiantes y las comunidades más vulnerables. Su legado nos obliga a cuestionar si los avances en materia educativa son suficientes o si aún queda un largo camino por recorrer.

Pero más allá de su influencia en la educación, el país le debe a Misael Núñez Acosta el reconocimiento de su lucha por la democratización del SNTE. Aunque ha habido avances en este sentido, la sombra de la corrupción y el autoritarismo aún persiste en algunas esferas del sindicato. La lucha por un sindicalismo transparente y participativo no ha terminado, y el ejemplo de Misael nos recuerda que la verdadera transformación solo es posible cuando se enfrentan las injusticias del pasado.

En este aniversario de su asesinato, honrar la memoria de Misael Núñez Acosta implica más que recordar su nombre; significa exigir justicia, continuar su lucha y reconocer que su legado es una deuda que el país aún no salda. La impunidad que rodea su crimen es una mancha en la historia de México, pero su vida y obra son un faro que ilumina el camino hacia una educación y un sindicalismo más justos. Misael no solo fue un maestro; fue un mártir cuya luz sigue guiando a quienes creen en la posibilidad de un país mejor. La justicia que aún le debemos no es solo para él; es para todos los que, como él, han luchado por un México más democrático y equitativo.

"Maestro campesino, Maestro proletario,
Que llevas en el alma coraje libertario,
Enséñame las letras con el abecedario,
Y enséñame el camino del revolucionario..." -- José de Molina